Entrega Total
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Bendita Virgen María, Madre Santísima, guía mi alma, acompáñame en esta aventura espiritual hacia la Luz. Hacia la esencia de la Santísima Trinidad.
Santo, Santo, Santo Dios, escucha mi llamada. Estoy tocando tu puerta. Tu hijo Jesucristo, esa puerta que me lleva donde tu estas; donde tu Luz Celestial es tan brillante que mis frágiles ojos humanos no la pueden percibir.
Por eso entonces me separo de mi cuerpo, de mis sentidos y de mi conciencia, para poder hablar contigo y movilizarme directamente con mi alma. Dejo detrás todas las cosas materiales, todo lo que se identifica conmigo y con el mundo.
Soy el corazón de mi alma que se ha encendido con el fuego de tu Amor Divino, que es como una flor fertilizada, se ha convertido en Tu fruto: El Espíritu.
Señor, te hablo con mi espíritu, y te adoro infinitamente, con toda la fuerza misteriosa que tu has vertido en mi.
Mis palabras son innecesarias, ahora me ofrezco al Amor Divino que Tu has puesto en la tierra y que se está volviendo a Ti, reconociendo Tu Grandeza, Tu Misericordia y Tu Sabiduría.
Detrás, permanece el polvo, el mundo y mi ego. Soy nada.
Todo lo que queda en mí es la realización de que Tu existes, de que Tu eres quien eres y que yo soy nada, porque, incluso este conocimiento de mi propia existencia, es esa llama de Divinidad que Tu colocaste oculta en mi corazón, que es de Tu propiedad, pero que ahora se ha convertido en Luz, y que no encuentra regocijo en la oscuridad de esta existencia aislada y se siente atraído por el magnetismo de su Presencia Omnipotente.
Abro mi corazón completamente a Tu Majestad. De la misma manera en la que Cristo se entrego por nosotros en la Cruz, yo me entrego ahora a Ti mi Dios.
Yo soy nada. Porque Tu eres el único que me da vida, Tu la sustentas, Tu eres mi refugio sagrado, Tu eres mi compañía, Tu eres el Espíritu que me guía y Tu eres quien espera por mí al final de este viaje terrestre; esta pequeña aventura que es insignificante en la Eternidad de Tu Existencia.
Dios mío, Tu eres maravilloso, solo a través del regocijo de mi alma puedo expresar mi Amor a Ti. Tu me has hecho feliz cuando mis lagrimas de gozo han expresado mis emociones espirituales.
Señor, siento tu Divina Presencia y tu Luz brilla en mi alma.
Santísima Trinidad, úngeme con Tu Espíritu Santo, lléname con Tu Amor, y abrázame con la serenidad de Tu Paz, a través de la intercesión del Inmaculado Corazón de María.
Permíteme perder mi individualidad en Ti, para penetrar profundamente en Tu Infinito Ser. Permíteme ser Uno contigo.
Señor, Vive en mi siempre, crece en mi, apóyame con Tu Fuerza, no me abandones. Toma el control de todas mis acciones, manifiesta Tu Presencia a través de Tu Siervo, quien vive en Ti, para Ti, a través de Ti y siempre contigo.
Protégeme Señor, haz de mi una fortaleza, que sea impenetrable por el pecado; haz me un soldado, un apóstol y un portador de Tu Palabra Divina.
Haz que llene los corazones de mis hermanos con este celo, este fervor, este espíritu de Amor con el cual Tu me haz dotado, hazme un portador de Tu Luz, para desvanecer la oscuridad y para preparar el terreno para Tu Reino. Que se haga no mi voluntad, sino la tuya.
Santo, Santo, Santo Dios, escucha mi llamada. Estoy tocando tu puerta. Tu hijo Jesucristo, esa puerta que me lleva donde tu estas; donde tu Luz Celestial es tan brillante que mis frágiles ojos humanos no la pueden percibir.
Por eso entonces me separo de mi cuerpo, de mis sentidos y de mi conciencia, para poder hablar contigo y movilizarme directamente con mi alma. Dejo detrás todas las cosas materiales, todo lo que se identifica conmigo y con el mundo.
Soy el corazón de mi alma que se ha encendido con el fuego de tu Amor Divino, que es como una flor fertilizada, se ha convertido en Tu fruto: El Espíritu.
Señor, te hablo con mi espíritu, y te adoro infinitamente, con toda la fuerza misteriosa que tu has vertido en mi.
Mis palabras son innecesarias, ahora me ofrezco al Amor Divino que Tu has puesto en la tierra y que se está volviendo a Ti, reconociendo Tu Grandeza, Tu Misericordia y Tu Sabiduría.
Detrás, permanece el polvo, el mundo y mi ego. Soy nada.
Todo lo que queda en mí es la realización de que Tu existes, de que Tu eres quien eres y que yo soy nada, porque, incluso este conocimiento de mi propia existencia, es esa llama de Divinidad que Tu colocaste oculta en mi corazón, que es de Tu propiedad, pero que ahora se ha convertido en Luz, y que no encuentra regocijo en la oscuridad de esta existencia aislada y se siente atraído por el magnetismo de su Presencia Omnipotente.
Abro mi corazón completamente a Tu Majestad. De la misma manera en la que Cristo se entrego por nosotros en la Cruz, yo me entrego ahora a Ti mi Dios.
Yo soy nada. Porque Tu eres el único que me da vida, Tu la sustentas, Tu eres mi refugio sagrado, Tu eres mi compañía, Tu eres el Espíritu que me guía y Tu eres quien espera por mí al final de este viaje terrestre; esta pequeña aventura que es insignificante en la Eternidad de Tu Existencia.
Dios mío, Tu eres maravilloso, solo a través del regocijo de mi alma puedo expresar mi Amor a Ti. Tu me has hecho feliz cuando mis lagrimas de gozo han expresado mis emociones espirituales.
Señor, siento tu Divina Presencia y tu Luz brilla en mi alma.
Santísima Trinidad, úngeme con Tu Espíritu Santo, lléname con Tu Amor, y abrázame con la serenidad de Tu Paz, a través de la intercesión del Inmaculado Corazón de María.
Permíteme perder mi individualidad en Ti, para penetrar profundamente en Tu Infinito Ser. Permíteme ser Uno contigo.
Señor, Vive en mi siempre, crece en mi, apóyame con Tu Fuerza, no me abandones. Toma el control de todas mis acciones, manifiesta Tu Presencia a través de Tu Siervo, quien vive en Ti, para Ti, a través de Ti y siempre contigo.
Protégeme Señor, haz de mi una fortaleza, que sea impenetrable por el pecado; haz me un soldado, un apóstol y un portador de Tu Palabra Divina.
Haz que llene los corazones de mis hermanos con este celo, este fervor, este espíritu de Amor con el cual Tu me haz dotado, hazme un portador de Tu Luz, para desvanecer la oscuridad y para preparar el terreno para Tu Reino. Que se haga no mi voluntad, sino la tuya.
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